Un día radiante. Otro
más. El sol baña con su luz la pradera rodeada de suaves colinas y
arranca un blanco cegador a alguna que otra nube perdida en medio del
azul eléctrico del cielo. Sólo que no es el sol. Bueno, sí, es un
sol pero no el Sol, no el que iluminó los días que vieron surgir
pacientemente a la Humanidad de la materia inerte allá en la vieja
Tierra, pero a simple vista es indistinguible.
Yo nunca he estado en la
Tierra, claro, salvo en las simulaciones, tan vívidas como la
realidad misma; por eso puedo comparar. Pero no lo añoro. Porque ese
no es mi sol. Mi sol es este. Lo que sí añoro es la presencia de
otros seres humanos, aunque, fuera de la realidad virtual, nunca haya
visto ninguno. O tal vez por eso precisamente. Mi única compañía
es Moisés, la IA del Arca, la nave sembradora que trajo aquí las
instrucciones para recrear la Tierra, o algo similar a la Tierra,
incluyendo a sus habitantes, hace ya varios siglos. Pero algo salió
mal y lo que debería haber sido una colonia de cinco mil habitantes
no es más que un pueblo fantasma habitado por una sola persona.
Moisés no sabe o no quiere explicarme en qué consiste el fallo. Le
he sugerido que tal vez yo pueda solucionarlo, pero la sola idea lo
mata de risa. Si no fuera porque es una máquina diría que hay en él
cierto aire de prepotencia, de creerse superior a un simple mortal
como yo.
Hoy he decidido
adentrarme en un área inexplorada. A Moisés no le gusta que me
aleje demasiado, ¿pero de qué sirve tener un planeta entero para
uno solo si no puedes salir de una pequeña isla en mitad de un
diminuto lago? Me he fabricado un kajak y he remado hasta la orilla a
pesar de las protestas de Moisés. He atravesado un prado, una
extensa llanura verde salpicada aquí y allá de ovejas blancas y
vacas moteadas hasta alcanzar la linde de un bosque. Es la primera
vez que veo un bosque. Fuera de una simulación quiero decir. Me dan
miedo y no sé por qué. ¿Tal vez porque nuestros antepasados
arbóreos se veían acosados continuamente por sus depredadores? Los
bosques de la vieja Tierra debieron ser una vez lugares horribles
donde habitaba el miedo.
Pero la curiosidad vence
tirando de mí hacia su interior y de pronto me envuelven las
sombras. Troncos cubiertos de musgo que sostienen un techo cerrado de
follaje por el que a duras penas se cuela algún furtivo rayo de sol,
un sotobosque poblado de helechos y hongos, un suelo húmedo, olor a
plantas en descomposición.
No sé cuánto tiempo
llevo aquí. He de volver, pues pronto anochecerá, y aunque la
terraformación no incluye criaturas dañinas para el ser humano, no
me apetece pasar aquí la noche. Hace un rato que tengo una extraña
sensación. Algo que no sabría describir. Como si algo estuviese
fuera de lugar. No sé. Es extraño. Empieza a refrescar, así que
doy media vuelta para regresar a la orilla. El sendero es apenas
distinguible, pero lo suficiente como para poder seguirlo con
comodidad. Un momento... El sendero... ¿Por qué hay aquí un
sendero? Los senderos se crean cuando alguien ha abierto camino en la
espesura, y aunque si no se transitan la naturaleza vuelve a
recuperar lo que era suyo, lleva su tiempo que la huella de su
presencia desaparezca por completo. Lo sé porque en la realidad
simulada aprendí a seguir rastros. ¿Así que era esto?, ¿o sea que
no estoy solo? Pero entonces... ¿Moisés me ha mentido?
De pronto el haz de la
linterna tropieza con algo que me llama la atención. Parecen unas
muescas en el tronco de un árbol. Aparto las helecheras, rasco un
poco la capa de musgo y... ¡Son marcas! Como si alguien hubiese
escrito algo grabando en la corteza con una navaja. Sí.
Indudablemente son letras. Una frase pero por más que fuerzo la
vista sólo soy capaz de intuir letras sueltas...
TH KAK S A IE
«Fin
de la simulación».
¡Genial éste relato! En pocas palabras capta la atención y te deja pensando... ¿Para cuando subirás el resto de relatos que tienes?
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado.
Pues, después de tanto tiempo con el blog parado, me he propuesto sacar un relato al menos cada dos semanas. Veremos si lo consigo :)
Un abrazo.
A mi también me ha gustado. De hecho se está extendiendo en mi mente (imaginando la vida del protagonista y de las simulaciones) ya que daría para más este relato. Espero leer más cosas pronto. Un saludo Antonio
ResponderEliminar¡Hola Roger! ¡Qué alegría que te sigas pasando por aquí! Influencia de Ready Player One, supongo. De hecho hay un par de guiños a dos de los videojuegos que más me gustan.
EliminarComo digo en la respuesta al otro comentario, voy a agilizar el blog y a publicar con más frecuencia.
¡Un abrazo!
¡Ojalá puedas ir publicando más cositas!
Eliminar¿Qué tal está "Ready Player One"? He estado tentado varias veces en comprarlo pero no me he decidido.
A mí me gusta. A ver, no es Neal Stephenson pero se deja leer. Sobre todo es muy ochentero, y ese es el principal aliciente para los que pasamos la infancia o adolescencia en los 80. Si eres aficionado a los podcast, La biblioteca de Trántor le dedica un programa completo: https://labibliotecadetrantor.wordpress.com/2013/02/24/la-biblioteca-de-trantor-26-ready-player-one/
EliminarYa te digo, a mí me gusta. Una lectura ligera y muy entretenida.
Tendré en cuenta tu opinión. Gracias al blog además he descubierto la red social de "Ficción Científica" y está genial. Ya navego por allí a la busca de más relatos y novelas. ¿No te animas a publicar "Bifurcación" o alguna novela allí? Jeje
EliminarSí, a mí también me sorprendió gratamente. El sitio está muy bien.
EliminarYa veremos. Todo se andará :)